jueves, 10 de junio de 2010

UNIVERSALISMO Y PAZ

11.-LA TERCERA POSICÓN JUSTICIALISTA: universalismo y paz.
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El miércoles, 21 de octubre de 2009 a las 14:43
Los principios de la Tercera Posición del gobierno peronista comprendían una serie de enunciados de alcance universal y apuntados a resguardar la convivencia pacífica entre las naciones, entre ellos los siguientes:

a) la igualdad jurídica de todos los estados soberanos;
b) la fraternidad y cooperación política y económica, como única forma de aproximar a las naciones sin recelo;
c) la amistad con todos los países del mundo, sin inclinarse hacia las hegemonías de izquierda y derecha;
d) la voluntad de servir a la humanidad en sus anhelos de paz interna e internacional, colocándose en la línea de ayuda “que le sugería el clamor universal” y sirviendo a “las energías del bien, para vencer las energías dominadas por el mal”;
e) la situación de los pueblos en el concierto general, donde debían extender sus conceptos nacionales.

Dicha postura asignaba a la Argentina un especial protagonismo: con su doctrina de comprensión y entendimiento, este país llevaba una “avanzada por la paz internacional, colocándose con todos sus valores materiales y espirituales, en lo que puede llamarse el epicentro de este gran ciclo histórico en plena marcha”. Por las rutas de la política internacional argentina, el mundo podría llegar a cerrar el nuevo ciclo de la historia universal con la proclamación de la paz.

El plan del presidente argentino para alcanzar la paz internacional, y que la Argentina pretendía proyectar al continente, constaba de tres etapas:

1º) adherir firmemente a estos principios pacifistas;
2º) acudir conjuntamente, los países americanos y la Santa Sede, ante los demás pueblos del mundo, para solicitarles la adhesión a estos principios pacifistas y ofrecerles la cooperación económica indispensable para materializar estos anhelos de todos los pueblos del mundo;
3º) comprometernos a proclamar y realizar estos anhelos, teórica y empíricamente, entre los estados y también ante las asambleas, convenciones, congresos y reuniones internacionales.

De esta manera, el 6 de julio de 1947 el presidente Perón pronunció un mensaje exhortando a la paz del mundo. Afirmó que la Argentina “tomaba sobre sí la enorme responsabilidad de impulsar este pensamiento, que mueve el afán ardiente de mejorar la humanidad, sin que le falte la decisión ni las energías para, conjuntamente con otros pueblos, cristalizarlo”. Según el presidente argentino, las naciones de América habían comprendido esta posición de la Argentina, que señalaba “un rumbo en medio de la ansiedad mundial por la paz”, y habían ido adhiriendo a la declaración argentina.

Por cierto, la Tercera Posición implicaba mantener una equidistancia de “ambos imperialismos”. La libertad no podía congeniarse con el capitalismo ni con el comunismo. “Si no existieran tales imperialismos, los pueblos podrían ser dueños de su destino, libres, independientes y soberanos dentro de sus fronteras”. El capitalismo se había mostrado insensible a los reclamos de los pueblos y por ello había sido superado por el comunismo, siendo el primero responsable de la penetración comunista. En este sentido el justicialismo era presentado como una instancia superadora y no se comprendía que fuera combatido por ambos imperialismos. Suprimiendo los abusos capitalistas internos e internacionales, el justicialismo había dado origen a una evolución constructiva y salvadora. El mundo podría salvarse con los ideales justicialistas, para lo cual debían flamear en todos los continentes las tres banderas de la justicia social, la independencia económica y la soberanía política.

La fuerte crítica justicialista al capitalismo foráneo señalaba que éste ejercía tutela, control y dominio sobre un país, constituyendo una forma de hegemonía económica condenable. El “imperialismo económico” era el procedimiento por el cual los estados fuertes, poderosamente evolucionados dentro de la organización capitalista, ejercían influencia sobre la producción de otros países (ricos en materias primas y posibilidades naturales), a los que, sin dominar políticamente, mantenían sometidos por la absorción sistemática de sus fuentes de riqueza y por el control estricto de su desenvolvimiento económico y financiero.

Lo último significaba una clara prédica del presidente argentino en oposición al gobierno de Estados Unidos, lo cual fue una constante de su gobierno. Ejemplo de ello fueron los artículos publicados por Perón en el diario Democracia con el seudónimo de Descartes durante todo 1951 y comienzos de 1952. El presidente argentino afirmaba que la política del Departamento de Estado había generado en muchos países un clima impopular hacia Estados Unidos, limitando a muchos gobernantes anticomunistas en sus decisiones.

Perón criticaba severamente que Estados Unidos hubiera rehusado sistemáticamente colaborar con América latina en un plan de industrialización y hubiera impedido la realización de la conferencia económica de Bs.As.. Asimismo censuraba la implementación del plan Marshall, mencionando que había cerrado toda posibilidad de colocación de los excedentes latinoamericanos, y que, en el caso de la Argentina, había significado una agresión a su economía y provocado grandes dificultades en 1948. El presidente argentino recriminaba la actitud de los miembros de la embajada de Estados Unidos, quienes habían dado toda clase de garantías verbales de que colocarían en nuestro país elevadas órdenes de compra, incluso solicitando que se reservara al efecto toda la producción nacional y no habían cumplido con nada. En febrero de 1952, Perón hacía también una dura crítica de las condiciones impuestas por Estados Unidos para otorgar su ayuda militar.

Perón recordó en muchas oportunidades cómo había sido tratada la Argentina por el gobierno norteamericano, mencionando la actuación del embajador Braden, el boicot económico, las consecuencias del anunciado y fallido plan Marshall para América latina y la Argentina, la actuación del agente Griffith en Bs.As. y Montevideo, la acción de las agencias de noticias norteamericanas que se encargaban de desprestigiar el país, y la de cierta prensa pagada por Estados Unidos en México, Brasil y Uruguay en contra de la Argentina, los panfletos antiargentinos distribuidos por todo el continente, etc.

Incluso Perón señalaba que con la proximidad de la guerra de Corea -que percibía como el comienzo de la Tercera Guerra Mundial-, había comenzado la intervención perjudicial de la política internacional -norteamericana- en los asuntos internos de los estados, situación que la Argentina ya había vivido con la actuación del embajador Braden. No obstante, y a pesar de la misma, el presidente argentino señalaba que Vargas y Paz Estenssoro habían triunfado en sus respectivos países, vaticinando que lo mismo ocurriría con Ibáñez en Chile. Según Perón los pueblos habían comenzado a comprender que la mejor posición en la política interna era oponerse a la intervención de dicha política internacional.

La severa crítica de Perón hacia Estados Unidos, sumada a toda la acción regional de Perón de uniones económicas con los países vecinos, que apuntaba a conformar un bloque austral de países o Confederación Latinoamericana de Naciones, con el propósito de mantener una posición neutral respecto de los dos “imperialismos” en pugna -pero que en el continente americano significaba independencia frente a Estados Unidos- impidió que su política tuviera viabilidad. Por un lado, la prédica de Perón incentivó la animadversión ya presente desde antes de su asunción al gobierno en la opinión pública y en algunos sectores del gobierno norteamericano, lo cual profundizó la desconfianza hacia su gestión y provocó que la coerción económica se mantuviera -si bien no como política oficial del gobierno norteamericano.

A su vez, a los países vecinos que optaban por la unión económica con la Argentina peronista, les llegaba el momento en que sus necesidades financieras los obligaban a recurrir a Estados Unidos y, consecuentemente, en cierto modo a renegar de su posición pro-peronista. Además, por ejemplo, en los casos de Brasil y Chile -en el último durante todo el gobierno de Gabriel González Videla-, la opinión pública estuvo muy polarizada respecto de la conveniencia para el país de aceptar una unión económica con la Argentina.

Se conformó asimismo un círculo perverso en las relaciones de los países de la región con la Argentina y Estados Unidos. Los países sudamericanos, conociendo la enemistad de Estados Unidos hacia la Argentina planteaban la supuesta amenaza representada por ésta -mencionando su expansionismo doctrinario, su búsqueda de hegemonía económica y su armamentismo- cada vez que necesitaban conseguir la ayuda financiera o militar norteamericana. A su vez, Estados Unidos predicaba la desconfianza hacia la Argentina hasta el momento que, ante los pedidos de asistencia de los países vecinos de la Argentina, el carácter amenazante de ésta desaparecía.

Por otro lado, la difusión del pensamiento justicialista, así como de las ideas de Perón acerca de la diplomacia, del intervencionismo y la coerción internacional, de la publicidad y la propaganda, de la democracia y otros temas recurrentes de su discurso, se comportó como un boomerang que ejerció influencia en sectores de la opinión pública de países vecinos, sobre todo en Chile, Brasil y Uruguay. Estos no pudieron dejar de percibir los mismos vicios que la crítica justicialista puntualizaba en la propia acción de gobierno del presidente argentino, lo cual conspiró y sembró desconfianza hacia la asistencia e integración económica propuesta por el gobierno de Perón. En cierta forma, la Argentina peronista consiguió el efecto contrario al buscado, constituyendo un factor de tensión subregional e interregional, que afectó negativamente la evolución de las relaciones intra-latinoamericanas.

Se debe mencionar también que el ofrecimiento de cooperación económica, que era parte fundamental de la política liberadora que intentaba implementar Perón, no pudo concretarse como consecuencia de la situación económica interna a que llegó la Argentina a comienzos de 1949 y que produjo la suspensión de convenios firmados entre 1946 y 1948. Lo mismo ocurrió con los intentos posteriores de 1953. La Argentina trató de buscar la unidad a nivel regional sustentado en una base sostenible, pero no a largo plazo, ofreciendo una ayuda por parte de una economía cuya solidez no estaba suficientemente afianzada. Sabía que la única manera de desarrollarse y crecer eran a través de la unidad de la región que no logra plasmarse.

Por último, también constituyó un obstáculo la imposibilidad del gobierno peronista de generar consenso interno para su política exterior. La polarización creada en el sector política, producto de la modalidad de Perón de considerar a sus adversarios como servidores de causas ajenas al país, y en última instancia traidores a la nación, lo hizo imposible. Así, el partido Comunista era gobernado por la Kominfor (acrónimo en ruso de Oficina de Información de los Partidos Comunistas y Obreros, era una organización para el intercambio de información y experiencias entre los partidos comunistas dependientes de Moscú), es decir desde el exterior. Su doctrina era foránea, siendo su línea el imperialismo soviético enfrentado a las “fuerzas patriotas”. La Liga de los Derechos del Hombre, la Asociación de Mujeres Argentinas, la Federación Universitaria de Bs.As. eran centros de espionaje y provocación de este sector extranjero. A su vez, el partido Socialista, perteneciente a la “Segunda Internacional”, reconstituida por el Congreso de Frankfurt, formaba parte de la organización internacional de obediencia socialista y estaba al servicio del imperialismo capitalista. Por último, las “bandas radicales” se habían aglutinado en 1945 detrás de los millones de Braden y también lo hacían en 1951. Dirigidos desde Montevideo, propiciaban la intervención extranjera, en busca de la ayuda financiera del Departamento de Estado. Eran asimismo instrumentos del imperialismo. Todos ellos conformaban un juego de “traición, infamia y mala fe”.
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