6.-3.c. EL ESTADO JUSTICIALISTA (1945-1955). Segunda parte: Perón explica su obra de gobierno
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Hoy a las 13:07
"LA FUERZA ES EL DERECHO DE LAS BESTIAS", por Juan D. Perón (1956).
IV. ACCION SOCIAL, ECONOMICA Y POLITICA . Tercera parte.
2.Acción económica.
Pedí informes a la Flota Mercante del Estado sobre la conveniencia de hacer construir barcos nuevos, de arriba de diez mil toneladas, para formar una marina mercante por lo menos de un millón y medio de toneladas, que calculaba yo necesario para sacar nuestra producción. Además, hacerlos mixtos para pasajeros, carga y frigoríficos.
Sin excepción, los informes de los marinos fueron desfavorables. Según ellos, no convenía comprar todavía, que los fletes se vendrían abajo, que había exceso de barcos por los que quedaron de la guerra, etc. En consecuencia, decidimos con Miranda comprar una marina mercante y para ello nos pusimos en contacto con don Alberto Dodero, el más fuerte armador de nuestro país.
Se encargó la construcción en los astilleros entonces parados en Inglaterra, Holanda, Italia, Suecia, etc. Así comenzó la verdadera historia de nuestra marina mercante, que hoy redondea el millón y medio de toneladas de barcos nuevos, veloces y utilizables para sacar nuestra más variada producción hacía los mercados de consumo y para mantener los precios.
Con ello no sólo ahorramos sino que producimos divisas y nuestra bandera mercante individualiza a la cuarta flota del mundo.
El costo medio de estos barcos no pasó de cuatro millones de pesos; sólo el seguro del Maipú, hundido en un choque en Hamburgo llegó a veintidós millones en nuestros días.
Para comprar estos barcos se utilizó el oro que dormía en los sótanos del Banco Central, de acuerdo con el aforismo de Miranda, que oro es lo que produce oro. Efectivamente, esos barcos en cuatro travesías traen de vuelta el oro que costaron. Hoy están todos pagos y siguen trayendo oro.
Menos mal que los marinos aconsejaron no comprar barcos, pues si hubieran aconsejado comprarlos, tal vez no nos hubiéramos decidido a hacerlo. Pero ellos son los “libertadores”.
En marcha y con franco éxito la recuperación nacional, en 1948, se nos presentó un difícil momento de la economía: la industria en pleno desarrollo comenzaba a carecer de maquinarias y de materia prima. Era necesario buscar los arbitrios que condujeran a la solución. En los primeros días de este año resolvimos encerrarnos por el tiempo que fuera necesario y estudiar la situación, apreciarla y encontrar una solución, y así lo hicimos. Durante casi diez días permanecimos totalmente dedicados a ello.
Llegamos finalmente a una muy simple conclusión. Pensamos que habiendo terminado la guerra se había iniciado su etapa más difícil: la post-guerra, durante la cual es necesario “pagar los platos rotos”.
La guerra es un drama individual amplificado. Es como un hombre que súbita-mente tiene un ataque de demencia y rompe toda su casa. Pasado el ataque, debe reponerlo toda para seguir viviendo. Debe pagar su locura. La guerra no es sino una locura colectiva. Durante cinco años cientos de millones de hombres, provistos de instrumentos de destrucción, se habían dedicado a destruirlo todo. Pasado el ataque, ahora había que pagarlo.
La experiencia histórica demuestra que los países después de la guerra pagan de una sola manera: emitiendo y desvalorizando la moneda. Aun no se había producido este fenómeno en 1947, pero todo hacía prever que se produciría.
Cuando las monedas se desvalorizan, los bienes de capital se valorizan en forma inversamente proporcional.
Allí precisamente estaba el negocio. Era menester comprar bienes de capital que se valorizarían y desprenderse de las monedas que se desvalorizarían. Fue entonces cuando comenzamos a comprar sin medida. Se trataba de que cuando la desvalorización llegara no nos tomase con un peso en el bolsillo.
Se compraron casi veinte mil equipos industriales para reposición e instalación. Un día, por teléfono, se compraron sesenta mil camiones. Mil Tornapull llegaron al país. Se acopió gran cantidad de materia prima y se adquirieron todas las maquinarias y elementos necesarios para los trabajos del Primer Plan Quinquenal, especialmente tractores para la mecanización del campo.
El Director del Puerto de Buenos Aires venía todos los días a pedir que paráramos, pues ya no cabían las cosas en las playas y los depósitos. No importa, le decíamos, ponga unos arriba de otros. Los idiotas de siempre criticaban al gobierno y los “moralistas libertadores” veían negociados por todas partes, menos los que ellos podían hacer.
Pasaron los días y en uno de 1949 comenzaron las monedas “a venirse abajo” catastróficamente. La libra esterlina bajó, por decreto, en un día el 30% de su valor. Así llegamos a 1950.
El negocio fabuloso realizado por el país podrá juzgarse con sólo pocos datos: los veinte mil equipos industriales comprados aproximadamente a un dólar el kilo en 1947, valían ahora diez dólares el kilo; los camiones comprados en cinco mil pesos en 1948, costaban ahora cien mil pesos; las Tornapull adquiridas en veinticinco mil pesos en 1948, tenían ahora un precio superior a los trescientos mil. Esta sola mención dará una idea de las ganancias obtenidas.
Los “libertadores” seguían pensando que todos estos eran negociados nuestros. Pobre Patria si tuviera que esperar algo de estas sabandijas.
Sólo he deseado presentar algunos ejemplos de nuestra gestión económica para demostrar cómo me fue posible en 1949 trasladarme a la ciudad de Tucumán, y allí, donde nuestros mayores declararon la independencia política, declarar también nuestra independencia económica.
La recuperación nacional se había cumplido en todas sus partes mediante el genio de Miguel Miranda. La segunda parte: levantar de su postración a la economía, se cumplió mediante buenos negocios para el país. Que en ello alguno se haya beneficiado en mayor medida, qué nos importa, nuestro trabajo tendió a beneficiar al país. Esa era nuestra obligación.
Y pensar que, después de todo lo que hemos hecho, nos vemos calumniados y vilipendiados por esos piojosos que en su vida no hicieron más que derrochar y malgastar los dineros que se amasan con el sudor y el sacrificio del Pueblo que ellos se atreven a masacrar con las propias armas de la Nación.
No deseo seguir sin puntualizar dos aspectos de lo tratado. La recuperación de los servicios públicos no era para los argentinos sólo una cuestión de independencia económica, era también una reparación a la dignidad nacional. La concesión leonina que entregaba una legua a cada lado de la vía que se construyera y permitía la importación libre de derecho a las empresas ferroviarias fue obra de Mitre (así se llamó esa ley). La venta de los ferrocarriles argentinos existentes, fue realizada por los gobiernos conservadores de la oligarquía argentina, que siempre actuaron de testaferro de los colonizadores. La entrega de los demás servicios fue también uno de los tantos ruino-sos negociados para el país, realizados por estos argentinos que no merecen llamarse así.
Las últimas infamias cometidas, que citaré a continuación, sólo a título de ejemplo, evidenciarán a nuestros lectores cómo las gastaban los “libertadores”. Se trata de la concesión a la empresa de electricidad de Buenos Aires, CADE, y la entrega de la Corporación de Transportes de la Ciudad de Buenos Aires a una compañía inglesa.
Actualizado hace 8 horas · Comentar · Me gustaYa no me gusta · Denunciar esta nota
A Luis Gotte y Leandro Deharbe les gusta esto.
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