jueves, 10 de junio de 2010

TERCERA POSICION

15.- TERCERA POSICIÓN Y UNIDAD LATINOAMERICANA. Por Juan D. Perón.
Compartir
El Sábado, 29 de mayo de 2010 a las 18:43
ESTUDIO PRELIMINAR (Fermín Chávez, Agosto de 1984). Primra parte.


Las sombras de Yalta y de Chapultepec se proyectaban sobre el Cono Sur cuando el gobierno constitucional peronista inició su gestión, a mediados del cuarenta y seis. El reparto del mundo arreglado en la primera de dichas conferencias no era un secreto y Potsdam ratificaría el dominio bipartito del mundo con su protocolo. Se estableció un modus vivendi, denominado "coexistencia pacífica", que representaba, según dicho de Perón, un conformismo imperialista.

Las resoluciones de la conferencia de Chapultepec no fueron otra cosa que la ratificación rotunda de acuerdos anteriores, como los adoptados en mayo de 1944 por la Comisión Interamericana de Desarrollo, dirigida por Nelson A. Rockefeller. Todos esos acuerdos tendían a neutralizar cualquier proyecto de política económica hispanoamericano de carácter autónomo. En Chapultepec fue elaborada la Carta Econ6mica de las Américas que, como bien señala Hernán Ramírez Necochea, no contiene sino una repetición más coherente y un tanto modernizada de resoluciones que se venían adoptando desde la Primera Conferencia Panamericana de Washington. En efecto, el documento establecía: Las repúblicas americanas se empeñarán en prestar amplias facilidades para el libre tráfico e inversión de capitales, dando igual tratamiento a los capitales nacionales y extranjeros. Se pedía también una política de cooperación destinada a eliminar los excesos a que puede conducir el nacionalismo económico. En rigor, los proyectos nacionales hispanoamericanos iban a tener que luchar contra estas imposiciones del imperialismo norteamericano que representan a nuestro desarme económico.

El 6 de junio de 1946, es decir, dos días después de asumir la presidencia, Perón envió una comunicación al Congreso en la que anunciaba el restablecimiento de relaciones con la Unión Soviética, interrumpidas desde los tiempos del gobierno de Kerenski. Una importante delegación soviética, encabezada por Constantin V. Shevelev, había asistido a las ceremonias oficiales del 4 de junio, como un preanuncio de lo que sobrevendría. Muy sorprendidos y aun desorientados quedaron muchos de los que venían calificando de fascista al naciente justicialismo, y los que habían visto a los dirigentes comunistas locales del brazo y por la calle con la gente de la Unión Democrática Pero no sería la única sorpresa, porque también ciertos simpatizantes del Eje iban a sufrir un golpe parecido en la segunda quincena de agosto.

La declaración de guerra al Eje, decisión política cuarteada por el coronel Perón, no sólo abrió a la Argentina las puertas del Sistema Interamericano, sino también las de las Naciones Unidas, según pudo verse durante los debates de la Conferencia de San Francisco (25 de abril al 26 de junio de 1945), en la que el canciller soviético Viacheslav Molotov fue derrotado en lo concerniente a la exclusión de nuestro país.

El Acta de Chapultepec importaba una novedad, consistente en la autorización del uso de sanciones para prevenir ataques por parte de un país americano contra otro. Anteriormente, las medidas de seguridad habían mirado exclusivamente por las agresiones provenientes desde fuera del hemisferio. También el Acta recomendaba convertir en permanente la colaboración militar dentro del sistema interamericano.

A fines de junio de 1946 llegaron al Congreso los acuerdos de Chapultepec -junto con la Carta de las Naciones Unidas- para su ratificación, pero recién fueron tratados en agosto. El Senado los consideró en la sesión del 19 de ese mes y las aprobó en medio de una gritería levantada por núcleos nacionalistas que formaron una barra activa en las galerías de la Cámara. Desde mediados de agosto, la Alianza Libertadora Nacionalista venía organizando actos de hostilidad a la probable decisión del Congreso, en el que debió afrontar lo peor el senador Diego Luis Molinari, presidente del bloque peronista. El 21, el canciller Juan Atilio Bramuglia, en discurso difundido por la Red Argentina de Radiodifusión, explicó el sentido y los alcances del Acta de Chapultepec y la Carta de las Naciones Unidas.

Bramuglia se refirió al contenido de la Declaración de Principios Sociales de América, compatible con el pensamiento de la Argentina. También señaló: En México no se formalizó tratado alguno. Todo lo acordado en esa Conferencia son resoluciones, recomendaciones o declaraciones, pero nada de ello ha exigido ni exige intervención del Congreso, sino cuando llegara el caso de que el Poder Ejecutivo tuviera que solicitar la sanción de leyes especiales acordes con la defensa de los Estados y del hemisferio, si así lo necesitara... e insistió: la soberanía de la Argentina no ha sido tocada. Tampoco comprometida. La Carta de las Naciones Unidas y el Acta de la Conferencia de México no tienen esa fuerza, y si la segunda no tiene limitaciones de plazo para su duración es porque no tiene ninguno, para agregar luego: no hay en América y para América, Estados que puedan ser carceleros de ninguno. Nadie ni ninguna de las naciones de América están tomadas y aprisionadas por las proyecciones de ninguna Conferencia.9 Pero ajenos a la realpolitik, algunos nacionalistas gritaron "traidores" y "vendepatrias" a los senadores. No sólo eso: cuando el 30 de agosto la Cámara de Diputados consideró el proyecto de ley recibido del Senado, hubo 5 parlamentarios peronistas y 2 laboristas que votaron contra la adhesión al Acta famosa.

La segunda mitad de 1946 iba a ofrecerle al peronismo un "banco de prueba" de su política internacional independiente. Las sesiones de la Asamblea General de las Naciones Unidas -que había deliberado en Londres- prosiguieron en Nueva York, en septiembre de 1946. Perón designó al famoso cirujano doctor José Arce delegado permanente de la Argentina ante el flamante organismo internacional. A principios de noviembre Arce ya pudo mostrar las uñas de la política internacional peronista, al distinguir, en Nueva York, entre la unidad latinoamericana y la unidad panamericana, y al hacerse fuerte afirmando una cultura específicamente latina.

Por esos mismos días -13 de noviembre de 1946-, el presidente argentino daba precisas y amplias instrucciones al doctor Diego Luis Molinari, cabeza de la delegación oficial que viajaría a México para asistir a la transmisión del mando presidencial en dicho país, porque mucha gente querrá saber cual es la solución argentina y porque empezarán por decirles que el plan quinquenal tiene aspectos totalitarios, según palabras del líder justicialista. ¿Y por qué no decían lo mismo de los planes sancionados por la monarquía británica, similares al argentino?

El 25 de noviembre, al hablarles a los trabajadores en el Teatro Colón, Perón contraatacó afirmando: Los partidos totalitarios realizaban toda su obra para la guerra y nosotros estamos realizando toda nuestra obra para la paz, y además señalando que su movimiento rechazaba tanto el "régimen capitalista" como el "estatal puro". También habló de un nuevo sistema, que hemos de ir tanteando -apuntó- empíricamente para entrar en él.

Dos días después, en el mismo escenario, se dirigió a los industriales, a los que recordó su disertación del 25 de agosto de 1944 en la Bolsa de Comercio, para puntualizarles que todo se había cumplido como él lo había anticipado. En la parte medular de su discurso Perón señaló la marcha de un mundo en su cruda evolución hacia nuevas formas. Y manifestó: Parecería que una tercera concepción pudiera conformar una solución aceptable, por la cual no se llegaría al absolutismo estatal, ni se podría volver al individualismo absoluto del régimen anterior. Será una combinación armónica y equilibrada de las fuerzas que representan al Estado moderno para evitar la lucha y el aniquilamiento de una de esas fuerzas, tratando de conciliarlas, de unirlas y de ponerlas en marcha paralela para poder conformar un Estado en el cual, armónicamente, el Estado, las fuerzas del capital y las fuerzas del trabajo, combinadas inteligente y armoniosamente, se pusieran a construir el destino común con beneficio para las tres fuerzas y sin perjuicio para ninguna de ellas.

Dijo algo más Perón ese día: que a esa concepción los comunistas la llaman "bonapartismo", y precisó: Por eso, para ellos, yo soy 'bonapartista'. Tan no lo somos que la concepción bonapartista de la revolución francesa fue una concepción de lucha y de destrucción, y la nuestra es de paz, constructiva para bien de todos. Allí, bajo el nombre de "tercera concepción", Perón estaba entrando doctrinariamente en la Tercera Posición.

Los hechos no iban sino a confirmar los dichos en la dirección tercerista que venía brotando. En Nueva York, el doctor Arce sostenía el principio de no intervención en la "cuestión española", a partir de la sesión del 3 de diciembre en la Asamblea General de la UN. Se atrevió a decir que el peligro de comprometer la paz y la seguridad internacionales podía derivar precisamente de cualquier tentativa destinada a mezclarse en la política interna del Estado español. El 12 de diciembre se aprobó el retiro de Madrid de los jefes de todas las misiones diplomáticas, por 34 votos contra 6, más 13 abstenciones. Negaron el voto esa vez la Argentina, Costa Rica, República Dominicana, Ecuador, El Salvador y el Perú. Un año después se iba a replantear el "caso español" y la delegación argentina mantendría inconmovibles sus posiciones.

La filosofía de la Tercera Posición, tanteada empíricamente en 1946, iba a ser formulada rotundamente en el curso de 1947. Como lo han descubierto en los últimos tiempos diversos estudiosos extranjeros, Perón fue un auténtico precursor del llamado Tercer Mundo, inexistente o apenas avizorado por aquellos días. Su mérito consiste -escribe Peter Waldmann- en que en una etapa muy temprana del proceso internacional de descolonización reconoció y formuló con bastante claridad los problemas más importantes y los principales objetivos de los países menos desarrollados. 18 Por su parte, Rudolf Knoblauch reconoce: La tercera posición es superadora del marxismo internacional dogmático y del capitalismo demoliberal, y agrega: Perón se consideraba, en parte con razón, como el precursor del movimiento del tercer mundo... Y otro autor germano, Karl-Alexander Hampe, formula este juicio aun más comprensivo: Bajo e/ gobierno de Perón, en los años cuarenta y cincuenta, la política exterior argentina jugó un papel rector en América Latina, sobre todo en el enfrentamiento con los Estados Unidos. En aquel momento, Perón adoptó una concepción que luego sería proclamada como doctrina común del tercer mundo. El reconocimiento es algo tardío, pero lo mismo vale.

El 6 de julio de 1947, el presidente argentino dirigió un mensaje a todos los pueblos del mundo, por medio de más de 1.000 radioemisoras (entre ellas, la BBC de Londres), en que planteaba objetivos de cooperación económica y de paz mundial, desechando los extremismos capitalistas y totalitarios, fuesen éstos de derecha o de izquierda. La labor -señaló - para lograr la paz internacional debe realizarse sobre la base del abandono de ideologías antagónicas y la creación de una conciencia mundial de que el hombre está sobre los sistemas y las ideologías, no siendo por ello aceptable que se destruya la humanidad en holocausto de hegemonías de derecha o de izquierda.

En su histórico mensaje Perón reclamaba el desarme espiritual de la humanidad, desde que ya no podían ser factores coexistentes en el mundo la miseria y la abundancia, la paz y la guerra. El documento Por la cooperación económica y la paz mundial fue enviado por la Cancillería argentina a los gobiernos hispanoamericanos y a la Santa Sede.

La idea de que el hombre está sobre los sistemas constituye el núcleo antropológico y filosófico de la Tercera Posición. Se trata del hombre integral, rescatado de las filosofías naturalistas, sociobiologistas, economicistas y materialistas dialécticas que reconocen como raíz el pensamiento de la ilustración, por el cual la persona humana quedó parcialmente vaciada, por exclusión de componentes sustanciales: las creencias, la fe, las potencias no racionales, el sentido de lo sagrado. El justicialismo reconoce su centro de irradiación en un hombre recuperado en la totalidad de su ser. Y se proyecta de lo interno a lo externo como Tercera Posición humanista y cristiana.

La propuesta, hecha desde la periferia del mundo, carecía entonces del poder suficiente para imponerse. La realpolitik le exigirá a Perón concesiones y algunos renunciamientos, siempre en términos de praxis (nunca de doctrina), en ese mundo en derrumbe, cuya área periférica empezaba a conmoverse precisamente hacia 1947.

El 15 de agosto de este mismo año la India recién alcanzaba su independencia; al año siguiente, la logró Birmania; en 1949, en China cae Auroy, último bastión "nacionalista", y se llega a la República; y el mismo año nacen los Estados Unidos de Indonesia, luego que Holanda pone fin a su dominio. En 1952 se hundirá en Egipto la monarquía servil de Faruk y, al año siguiente, será proclamada la República. China Popular es reconocida por Gran Bretaña, Suiza, Pakistán e Israel en 1951. En mayo de este mismo año, Mohammed Mossadegh logra que el cha Reza M. Pahlevi sancione la ley de nacionalización de los yacimientos petrolíferos de Irán, pero en agosto de 1953 será derrocado y puesto en prisión. En rigor de verdad, la tercera fuerza toma cuerpo recién en la década de 1950; y no deja de ser ilustrativo señalar que, en abril de 1955, cuando ocurre la reunión de Bandung, el peronismo se aproximaba al término de su primer ciclo. Y de no haber vivido Juan Perón esa crisis desorbitada que descompone su frente interno a comienzos del 55, se hubiese contado entre los participantes de la histórica conferencia afro-asiática, junto a Nehru, Nasser y Chou En-Lai.

Por documentos del Departamento de Estado, correspondientes a 1948, sabemos que a los norteamericanos les resultaba difícil entender qué significaba la Tercera Posición y hasta llegaron a creer que se podía tratar de un poco de demagogia para consumo interno, según reza una comunicación del encargado de negocios en Buenos Aires, Gus W. Ray, del 20 de febrero de 1948. En ese mismo despacho Ray expresa que varias veces le preguntaron a Bramuglia y al mismo Perón "qué querían decir con Tercera Posición", y agrega: Perón ha explicado que él tiene una tercera posición en sentido económico: él no cree en estados socialistas o comunistas, o en ninguna forma de economía totalitaria.26 Pero también Perón señalaba que los capitalistas disponían de trusts o monopolios que causan abusos. Y concluía Ray: Perón describe su posición como algo entre la extrema izquierda y la extrema derecha.

Evidentemente, impregnados de una cosmovisión utilitaria terminaban reduciendo la doctrina a términos de negocios. No había enigma alguno en las formulaciones de Perón, fácilmente comprensibles para los habitantes de la periferia.
Escrito hace aproximadamente una semana · Denunciar esta nota
A Luis Gotte y otras 5 personas más les gusta esto.
En esta nota
Nadie.

No hay comentarios:

Publicar un comentario