jueves, 10 de junio de 2010

propuesta latinoamericana

El Lunes, 14 de septiembre de 2009 a las 23:20
Es un hecho que, al conocer la línea central de la evolución histórica se conocen la dinámica y los límites en los cuales debe encuadrarse un proyecto político de país. Se sabe aquello que está dado y que no puede ser cambiado por el hombre. La política no consiste en dejarse llevar por la evolución a cualquier parte, sino en procurar “cabalgarla” para maximizar las oportunidades que ofrece y para minimizar los riesgos que plantea desde la perspectiva del pueblo a cuyo destino el gobernante se debe. Y fue así como lo planteó, desde “El Proyecto Nacional”, Juan D. Perón.

Por ello, en política no se debe hacer cualquier cosa en cualquier momento y por cualquier medio. Por el contrario, el hombre tiene que situarse dentro de la línea de una evolución histórica que él no ha decidido, y tratar de acompañarla inteligentemente para alcanzar el fin que se ha propuesto.

Dirá el Gral. Perón “el mundo viene evolucionando y los hombres creen que son ellos los que lo hacen evolucionar. Son unos angelitos (…) Ellos son el producto de la evolución pero no la causa. Hay muchos factores que no los controlan los hombres; lo único que estos hacen, cuando se les presenta esa evolución, es fabricar una montura para poder cabalgar en ella y seguirla”. Esta categoría fundamental del pensamiento peronista nos demuestra que la acción individual de los hombres no genera los resultados que ellos se proponen voluntariamente, sino que experimenta una refracción que lleva habitualmente a consecuencias impensadas por ellos. Por tanto, imaginar los cambios históricos como producto de la decisión y la planificación de un grupo de hombres que hace de la historia lo que quiere es un error y una ilusión.

La evolución manifiesta un ritmo, que es el ritmo de la vida: los hombres y los pueblos vivimos sujetos de modo ineludible a las leyes del ritmo y de la armonía. Pretender escapar a ellas, procurar eludir el imperativo de sus mandatos, conduce fatalmente al error en los hombres y al caos en los pueblos. La naturaleza de las cosas, no camina a saltos, sino pausadamente, señala el ritmo, muestra el encadenamiento lógico de los acontecimientos, y, a cada vuelta, revela la suprema voluntad de la Creación, orientada a conseguir el equilibrio, la proporción y la armonía en todos sus ámbitos. La constante aspiración de un gobernante ha de dirigirse a unir o combinar los anhelos simultáneos y diferentes de su pueblo, dándoles una significación acorde a la arquitectura de su etnogénesis con el andar de la evolución histórica.

Américalatina un “drama de violenta pasión”, tratando de resolver un problema siempre presente en su devenir histórico, el de su identidad. Donde “la memoria sólo busca salvar el pasado para servir al presente y al futuro. Hagamos las cosas de tal forma que la memoria colectiva sirva a la liberación y no al sometimiento de los hombres”, nos diría el profesor Jacques Le Golf.

Demostremos cuan equivocadas estaban las reflexiones del pensador mexicano, Octavio Paz, cuando sintetizó la imagen de Latinoamérica respecto a su ubicación en el mundo actual, al decir: “gente de las afueras, moradores de los suburbios de la historia, somos los comensales no invitados que se han colado por la puerta trasera de Occidente, los intrusos que han llegado a la función de la modernidad cuando las luces están a punto de apagarse. Llegamos tarde a todas partes, nacimos cuando ya era tarde en la historia, tampoco tenemos un pasado, o si lo tenemos, hemos escupido sobre sus restos”; “han transcurrido casi quinientos años, medio milenio de historia. Si nos proponemos calificar esos casi cinco siglos de historia latinoamericana en la forma más sucinta, pasando por encima de toda anécdota, de toda distracción, yendo al fondo de la cuestión antes de desmenuzarla, lo más certero, veraz y general que se pueda decir sobre Latinoamérica es que hasta hoy ha sido un fracaso”.

Sin entrar a considerar la validez de este tipo de reflexión ni los criterios o causa que le atribuye al resultado tan pesimista de nuestro presente, aportaremos un camino para resolver este “enigma histórico” que es nuestro subcontinente. De este laberinto que hemos construido y del que aún no podemos salir, porque, como decía Leopoldo Marechal, “de los laberintos se sale por arriba”.
Escrito hace aproximadamente 9 meses · Denunciar esta nota
A 2 personas les gusta esto.
En esta nota
Nadie.

No hay comentarios:

Publicar un comentario