6.-3.d. EL ESTADO JUSTICIALISTA (1945-1955). Segunda parte: Perón explica su obra de gobierno Compartir.
Compartir
Hoy a las 13:38
"LA FUERZA ES EL DERECHO DE LAS BESTIAS", por Juan D. Perón (1956).
IV. ACCION SOCIAL, ECONOMICA Y POLITICA . Cuarta parte.
2. Acción económica.
El asunto de la CADE.
Durante el último gobierno radical funcionaba el Consejo Deliberante, algo así como un congreso comunal, compuesto por un centenar de consejales que, con sabrosas dietas, se dedicaba a todo, desde enjuiciar la política internacional hasta establecer la cantidad de repollo que debía venderse en cada puesto de las ferias municipales. Algo así como un bálsamo de Fierabrás, que servía para el dolor de cabeza como para los callos.
Esos ediles son los mismos que hoy encabezan las jerarquías de los partidos que apoyan la dictadura militar que ensombrece al país y los mismos que entonces cobraron “coimas”, desde el modesto “colectivero” hasta la poderosa empresa de electricidad.
Para esos tiempos vencía la concesión de la empresa CADE y el Consejo Deliberante de la ciudad de Buenos Aires tenía que tratar la prórroga o la terminación. Estos ediles “libertadores” no encontraron nada más natural que ponerse de acuerdo y exigir a la empresa una gruesa suma de millones para no caducarle la concesión. Esa suma se repartiría después, por partes iguales, entre todos. La compañía, colocada entre la espada y la pared, decidió pagar la suma exigida y consiguió así una concesión hasta el año 2000 y tarifas aumentadas.
Esto produjo en Buenos Aires un escándalo tremendo pero, al producirse la revolución del 4 de junio de 1943, se ordenó una investigación y se pretendió sancionar a la empresa por corruptora de funcionarios, pero la empresa pudo comprobar que los corruptos eran los funcionarios y no la empresa.
Hoy, esos mismos señores hacen discursos sobre la moral pública y privada, en nombre de los “libertadores” que empeñaron al país en una triste aventura mediante una paga no menos infamante que la de aquellos.
El caso de la Corporación de Transportes de Buenos Aires.
Es de otra naturaleza no tan delictuosa pero igualmente ruinosa para el país. En 1933, Inglaterra, compradora única de la producción argentina de carne, habían firma-do el Tratado de Ottawa por el que se comprometía a comprar toda la carne a sus dominios.
Es así que la República Argentina, sin el mercado inglés sin los barcos ingleses para transportarla, debía reconocer una situación sumamente grave, ya que el 80% de su carne era de exportación, mientras solamente el 20% se consumía en el país.
Se resolvió enviar una misión a Londres para tratar este importante asunto y negociar. Fue enviado como plenipotenciario extraordinario el entonces vicepresidente de la Nación, Dr. D. Julio Roca, que llegó a Londres a mediados de 1936. Allí esperó largos días y finalmente fue recibido. A pesar de todos sus argumentos los ingleses se negaron a comprar. Luego de otra larga espera, le recibieron nuevamente y le propusieron comprar la carne a un precio menor que a los dominios, siempre que la ciudad de Buenos Aires entregara todos sus transportes a un monopolio que se formaría a base de la Compañía Tranvías Anglo-Argentina de capitales ingleses, asegurando al capital resultante un beneficio bruto del siete por ciento.
El doctor Roca aceptó y volvió a Buenos Aires, como si hubiera sido un vencedor en las Termópilas.
Una vez en Buenos Aires, el Congreso aprobó una ley-contrato en que aseguraba hasta el siete por ciento de beneficio anual al monopolio inglés. Se había consumado el más inaudito latrocinio de que haya memoria en el país, con tal de vender la carne de la oligarquía vacuna de Buenos Aires. Estos también son los actuales “libertadores”.
Esto trajo el despojo liso y llano de todo el material de las empresas particulares y los micro-ómnibus que manejaban sus modestos propietarios. Con todo ello el monopolio formó un capital, tremendamente aumentado en la evaluación y cobró anualmente el siete por ciento bruto, con lo que sacaba ochocientos millones anuales de beneficio. Como la carne exportada por el convenio importaba anualmente unos setecientos millones, venía a resultar un brillante negocio; para que los ingleses comieran nuestra buena carne le pagábamos anualmente cien millones de pesos.
¡Estos son los “libertadores”!
Estos dos botones de muestra los he querido presentar como ejemplo, para que el lector aprecie la diferencia de nuestro procedimiento ante una tentativa de soborno y la coima organizada por los “libertadores”, como asimismo, la diferencia de cómo negociamos nosotros para el Estado y cómo lo hicieron ellos a su hora.
Los justicialistas creemos que la independencia económica, no tiene ningún valor si no ha de servir a la felicidad del Pueblo y a la grandeza de la Nación.
En este sentido se ejecutaba ya, desde 1946, el primer plan quinquenal que no ha sido, como muchos creen, un simple plan de obras públicas. Contenía una profunda reforma en lo político, en lo social, en lo económico, en lo cultural, en lo jurídico, en la legislación, etc. Comenzaba, pues, con la reforma constitucional. Era la puesta en acción de la doctrina justicialista largamente meditada y elaborada a la luz de las aspiraciones populares y dedicadas especialmente a conquistar las aspiraciones de los trabajadores explotados y escarnecidos, durante todos los gobiernos que nos habían precedido.
En lo económico, el plan quinquenal aspiraba a promover una economía de abundancia que reemplazara a la economía de miseria que hasta entonces, los políticos y la oligarquía, habían impuesto al Pueblo argentino. Para ello era menester cambiar totalmente el fondo y las formas de la economía argentina.
Comenzamos por establecer como base que, en la Nueva Argentina, el capital dependía de la economía y ésta del bienestar social y que en consecuencia el consumo fijaba la producción que debía esforzarse por satisfacerlo. Inmediatamente lanzamos las grandes obras del plan hasta obtener la plena ocupación. Con esto, los salarios alcanzaron un nivel jamás sospechado en nuestro país. Con ello la clase trabajadora comenzó a vivir, por primera vez, como gente.
El aumento del poder adquisitivo de la masa popular produjo un acrecentamiento súbito del consumo y comenzó así la verdadera promoción de la economía. Simultáneamente, como era de esperar, con el aumento de la demanda empezó también la especulación que dio motivo a la creación de la política económica y al control de precios y abastecimientos.
Lo importante es que la reactivación económica fue un fenómeno real. Los volúmenes del consumo se multiplicaron y obligaron a multiplicar la producción con efecto directo y en el mismo sentido en la transformación y distribución. Así la industria y el comercio recibieron un impulso inusitado.
La insistencia en el sistema, permitió ir consolidando la nueva economía hasta hacer inconmovibles las nuevas estructuras, que resistieron todos los ataques internos y externos, defendidos por el propio Pueblo que las había hecho suyas. Resistimos con ellas aun la excepcional crisis de 1951 y 1952, que perdimos dos cosechas enteras, sin que se hicieran sentir, sin embargo, grandes efectos.
El objetivo perseguido en forma inmediata por este sistema es la capitalización del Pueblo. El sistema capitalista consiste en capitalizar a un cinco por ciento de la comunidad, mediante la descapitalización absoluta del otro noventa y cinco por ciento, que es el Pueblo. Para lograrlo comenzamos por aumentar los sueldos y salarios, controlando los precios para evitar la especulación y frenar la espiral inflatoria, lo que hemos logrado en forma absoluta.
El pueblo se capitaliza por el ahorro. Ahorrar sólo es posible cuando se gana lo suficiente, porque ahorrar el alimento y la salud no es ahorro, es suicidio; ¿cuál ha sido el resultado? Unos cuantos números podrán decirlo: la Caja Nacional de Ahorro Postal, que es el banco de los pobres porque allí depositan ellos sus ahorros, tenía en 1946 depósitos por unos 300 millones de pesos. En 1955 pasaban de los tres mil millones. En diez años de nuestro gobierno el Pueblo ahorró diez veces más que en los veinticinco años anteriores de la existencia de la Caja.
Otra forma de ahorro es la adquisición de viviendas en propiedades. Entre 1946 y 1955, de nuestra gestión gubernativa, quinientas mil familias obreras recibieron alojamiento en todo el país, en casas construidas por el gobierno o con préstamos hipotecarios. De esas, más de la mitad lo hicieron en casas de propiedad, que deberán pagar en cómodas cuotas que no superan en caso alguno a un alquiler común.
Las cajas de Previsión Social, que representan un ahorro obligatorio, han capitalizado indirectamente al Pueblo en forma insospechada. Solamente una Caja de Jubilaciones, la de los Empleados de Comercio, ha reunido ya un capital social que pasa de los doce mil quinientos millones de pesos. Existen más de quince grandes Cajas de jubilaciones, lo que dará una idea de la importancia de este sector del ahorro popular.
La capitalización del Pueblo mediante el ahorro, la jubilación y el acceso a la propiedad privada, ha cambiado al proletariado argentino el concepto de su vida. Antes, privados de todo, se sentían parias en su propia patria. Hoy, ligados a la comunidad por sus ahorros, su jubilación, su casa y la previsión social, comienza a sentirse parte de ella. Los que luchan contra el comunismo en América no tienen idea de lo que representa esta comunidad justa y solidaria como factor defensivo contra esas doctrinas extrañas. La defensa de la comunidad sólo se concibe cuando hay también interés personal en su defensa.
El capitalismo, incapaz de desprenderse de nada y demasiado egoísta para ofrecer algo concreto, creó las palabras y los signos. Luego se dedicó a hacer discursos patrióticos para crear una suerte de fetichismo sobre la comunidad y sus signos representativos. El amor a la patria, como todos los amores del hombre, se siente o no se siente. Los discursos arrimarán poco al corazón del hombre que no ama. La comunidad es como la madre. Así también una comunidad injusta, egoísta y sin solidaridad social no merece ser amada. Una comunidad justa y solidaria en la que todos seamos iguales, e igualmente ayudados por ellas, se defenderá instintivamente por solidaridad y por conveniencia, sin necesidad de discursos ni tonterías por el estilo.
Creamos comunidades de este tipo y ninguno de sus hijos defeccionará en su defensa.
Logo de la CHADE.
COMPANIA ANGLO-ARGENTINA.
Actualizado hace 8 horas · Comentar · Me gustaYa no me gusta · Denunciar esta nota
Escribe un comentario...
En esta nota
Nadie.
No hay comentarios:
Publicar un comentario