viernes, 13 de agosto de 2010

carta a torrijos

XIV - CARTA AL GENERAL TORRIJOS

Buenos Aires, 19 de septiembre de 1973

A Su Excelencia
El Sr. Gral. D. Omar Torrijos
Panamá
Mi querido amigo
:

Si una inoportuna enfermedad no me lo hubiera impedido, hace tiempo que hubiese viajado a Panamá, para tener el gran placer de abrazarle. Ahora, nuevas obligaciones y responsabilidades, me tienen 'atado' en mi país.

El portador de la presente, Dr. D. Raúl Matera, viaja a Panamá para participar como profesor de la Universidad de Buenos Aires y Jefe del Servicio de Neurocirugía del Hospital Italiano en el XV Congreso Latinoamericano de Neurocirugía. Le he pedido que tenga la amabilidad de visitarle y transmitirle el afectuoso abrazo que le debo.

Le informará de viva voz sobre la situación de nuestro país y le transmitirá en mi nombre una invitación para que nos visite, y para dar una conferencia auspiciada por el Círculo de Acción Latinoamericana, que preside el propio Dr. Matera, y sobre el tema que Usted considere conveniente en la hora actual.

Como habrá podido observar, el "Cono Sud" se ha visto azotado por un nuevo "coletazo" del imperialismo. En Chile, la situación ha hecho crisis, un poco a raíz de la presión externa, y otro tanto por errores en la conducción interna. Al amigo Allende lo han volteado tanto los que lo empujaban de adelante como los que lo hacían de atrás. Un marxismo a outrance de nuestros países no es lo que puede consolidar a un Gobierno del Pueblo.

Sus enemigos han sido tanto los pro-imperialistas que anhelaban derrocarlo como los comunistas, que lo empujaban hacia acciones descabelladas. En fin, un pueblo que deseaba liberarse, frente a una nueva frustración. Les faltó cumplir el apotegma de los griegos: Todo en su medida y armoniosamente.

Espero tener el placer de recibirlo en Buenos Aires, y charlar larga mente sobre las cosas que nos son comunes. Hasta entonces, le ruego quiera aceptar mi más afectuoso saludo y mis mejores deseos.

Un abrazo.

Firmado: Juan Perón.



XV - TRATADO DEL RIO DE LA PLATA

Discurso del 19 de noviembre de 1973, en Montevideo, durante la firma del Tratado del Río de la Plata.

Señores: es muy profunda mi emoción ante un acto que concreta un hecho largamente esperado por ambas naciones. Para llegar a él, uruguayos y argentinos hemos debido recorrer un camino largo y difícil.

Muy vivas están en la memoria aquellas jornadas de 1910, cuando Gonzalo Ramírez y Sáenz Peña protagonizaron en esta misma ciudad de Montevideo, con el protocolo del 5 de enero, la memorable puesta en ejecución de un instrumento que diera fin a innumerables controversias y equívocos entre nuestros dos países.

Nueva perspectiva.

Los hombres de 1910, movidos por un patriotismo que honra las más puras tradiciones rioplatenses, consagraron un principio de entendimiento que tuvo vigencia durante muchos años. Pero el crecimiento del transporte, las comunicaciones, el incremento del comercio entre ambas oriillas, establecieron una nueva perspectiva en nuestra relación bilateral. Una nueva dinámica nos exigía avenimos al nuevo ritmo de los hechos. No podíamos quedarnos un paso atrás de la historia. En más de una oportunidad, sin embargo, llegamos a pensar que los problemas superarían nuestro propio talento. En ningún momento nos dejamos vencer, porque el corazón nos decía que entre argentinos y uruguayos no podría interponerse una valla insalvable. En todo instante la sensatez y la inteligencia de nuestros mutuos negociadores privó sobre los naturales escollos de una negociación en la que se dirimían derechos esenciales a los intereses de ambas naciones.

A este respecto, es reconfortante comprobar la existencia de constantes emocionales en los hombres de gobierno de Uruguay cuando se trata de reconocer el silencioso valor de la tarea de técnicos y diplomáticos, que inevitablemente precede a este tipo de acuerdos.

En 1910, Gonzalo Ramírez y Sáenz Peña encontraron lugar a expresiones de ponderación para con los expertos que hicieron posible el establecimiento del protocolo firmado por ambos hombres públicos.

Fiel a ese sentir y para satisfacción de los hombres uruguayos y argentinos que trabajaron sin fatiga en el Tratado de hoy, vayan mis palabras de encomio a su exitosa tarea.

Este instrumento que acabamos de firmar constituirá, no caben dudas, uno de los hechos más trascendentales de la historia rioplatense del siglo. Con él, eliminamos hasta el último vestigio conflictivo en nuestros ámbitos fluviales y marítimos que, eventualmente, hubiera podido perturbar nuestras relaciones futuras.

Creo que debemos dar la enhorabuena a esta realidad que de hoy en adelante hará posible una relación mucho más fecunda entre ambos pueblos, tanto más cuando que en anteriores épocas y en circunstancias diversas, la ausencia de un instrumento adecuado dio lugar a frecuentes interferencias ajenas a nuestros mutuos y auténticos intereses

Ejemplo internacional.

En el porvenir, el Tratado no sólo servirá para allanar meras dificultades de orden jurisdiccional, sino que será el instrumento más eficaz en la defensa de intereses comunes a los dos pueblos. Igualmente, posibilitará una acción ejemplarizadora en el orden internacional, en cuyo terreno Uruguay y la Argentina, como es bien sabido, han ocupado una posición de avanzada.

En muchas oportunidades nuestros dos países sentaron principios que fueron recogidos por la comunidad de las naciones como valiosos aportes al Derecho Internacional.

Un nuevo ejemplo de lo que acabo de expresar es la efectiva reglamentación del internacionalmente aceptado mecanismo de consulta mutua, con referencia a la utilización de las aguas y el lecho del río.

Hemos tomado conciencia de las enormes riquezas naturales de que disponemos, cuya defensa y racional aprovechamiento nos crea una obligación irrenunciable ante la humanidad. A este respecto, el Tratado hoy suscripto es un principio de cumplimiento de ese deber, puesto que establece normas concretas sobre contaminación y preservación de los recursos vivos del río y del mar.

Los beneficios para ambas partes serán innumerables. El valor del paso que hemos dado trascenderá a nosotros mismos y a nuestros días. Avizoro un horizonte lleno de esperanza para ambas naciones: nuestros pueblos lo merecen.

Me anima la íntima y vigorosa convicción de que uruguayos y argentinos debemos celebrar, alborozados, la concertación de este instrumento que abre las puertas a una etapa auspiciosa a nuestras relaciones.

Señores: Rememoro con un hondo fervor aquellas horas solemnes de enero de 1910, cuando esta ciudad de Montevideo abrigó, con toda su generosa y tradicional hospitalidad de hermana rioplatense, la presencia del enviado del gobierno argentino, D. Roque Sáenz Peña.

Voluntad superior de los pueblos.

Páginas cargadas de historia me permiten recordar su esclarecida palabra, precursora de circunstancias que a nosotros nos toca hoy protagonizar: Suscribir el protocolo de la fraternidad uruguaya y argentina decía Sáenz Peña- no es crear una política distinta de la que nos viene impuesta por nuestra tradición y el vivo anhelo contemporáneo; eso sencillamente confirmaría, refrendado con el sello de las dos Cancillerías, la voluntad superior de estos pueblos que alientan una misma alma sensible a los calores y al genio de la raza y representan una sola sociabilidad asentada sobre dos soberanías.

Yo me permitiré otorgar a esas palabras la calidez de su vigencia, de su hondura y su valor trascendente. Suscribir este Tratado de hoy es consagrar, para siempre, la fraternidad uruguaya y argentina; es dar vigencia a una política que emana de la tradición, el anhelo y la voluntad superior de nuestros dos pueblos, informados de una misma alma y el genio de su raza, representantes de una misma sociabilidad asentada sobre dos soberanías.

Abrazo simbólico.

Un mismo cielo cubre nuestras dos orillas, su azul se refleja en nuestro paisaje, en nuestras aguas y en nuestras banderas. Aceptemos ese simbólico abrazo de la naturaleza como un signo de fraternidad que nos convoca a la paz, al trabajo en común, a la prosperidad y a la felicidad de nuestros dos pueblos.

Por que así sea, ruego a Dios que permita que un día podamos decir que al haber acordado los principios justos en que se asientan nuestros Tratados, construimos la fraternidad que todos anhelamos desde ~ más profundo de nuestro corazón.

No quiero terminar estas palabras sin hacer llegar a todos los señores, con mi más profunda emoción, el agradecimiento de un argentino más que eso es lo que soy- frente a lo que he presenciado del pueblo de Montevideo, que quedará para mí grabado mientras viva, no 610 en mi recuerdo sino también en mi gratitud.



XVI - CARTA AL GENERAL PRATS

Buenos Aires, 20 de noviembre de 1973.
Señor Gral. Don Cados Prats.

Mi estimado amigo
:

He recibido su grata carta en momentos de hacerme cargo de la presidencia. Con viva y sincera emoción le agradezco sus cálidas felicitaciones y sus buenos deseos de éxito en mi difícil misión. Le ruego me perdone el haber demorado en contestarle, asuntos impostergables me lo impidieron. Hoy con sumo placer me dispongo a reanudar nuestro diálogo.

Tiene usted toda la razón cuando afirma que la historia habrá de ofrecernos más de una sorpresa como la de Chile. Una de las causas de la derrota de una revolución radica en que muchas veces los revolucionarios creen que puede realizarse incruentamente. ¡Craso error! Los ejemplos de México, Argentina, Santo Domingo, Bolivia y últimamente Chile demuestran lo contrario. En todos los países mencionados la reacción demostró a los revolucionarios lo caro que debieron pagar por su humanitarismo.

El Presidente Allende me escribía que permanentemente sentía como un contacto físico los tentáculos del imperialismo, que día a día iban paralizando con mayor brutalidad el cuerpo ya enfermizo de la economía nacional, amenazando con asfixiarlo. Esto es corriente en América Latina.

Usted me decía que el destino de un país, como o confirma lo sucedido en Chile, en mucho depende de la coordinación y unidad de las diferentes organizaciones y partidos distantes entre sí por sus idearios políticos. Nada más cierto. Desgraciadamente constatamos en América latina, aunque parezca anacrónico, una abundancia de dirigentes empeñados en un mismo objetivo, que no atinan a ponerse de acuerdo para lograrlo, entran en conflicto entre sí, se pelean, siembran la desunión y la discordia debilitando a sus países en beneficio del imperialismo. Es una pena el que tales dirigentes no quieran o no puedan comprender el carácter popular de la revolución y se dediquen a acciones que perjudican a la misma, provocando al pueblo a manifestaciones que acarrean desórdenes e incidentes sangrientos.

Estoy plenamente de acuerdo con usted que tanto en Chile como en la Argentina no podrá detenerse el movimiento revolucionario si las masas presionan con firmeza y decisión para que asi sea. Se observa algo semejante en otros países del continente, lo que atestiguan numerosas declaraciones de dirigentes políticos y sindicales y los comunicados de los acontecimientos que a diario suceden. En las circunstancias actuales esto no es suficiente, todos sabemos que la lucha depende en mucho de las posibilidades materiales y financieras del movimiento revolucionario y del apoyo moral del exterior. Basta recordar que en 1969 nos dedicamos a la tarea de constituir un fuerte movimiento de solidaridad con la revolución boliviana. Hoy vemos la necesidad de unificar las fuerzas revolucionarias, especialmente las latinoamericanas, en un potente movimiento de solidaridad con la lucha del pueblo chileno, movimiento, que a no dudarlo, aportará una contribución importante al triunfo definitivo de las fuerzas populares en ese país.

Comparto su juicio de que el destino de un país dependerá principalmente de las relaciones del gobierno con las Fuerzas Armadas, en una palabra de la tendencia que predomine dentro de éstas. Es muy justo lo que usted menciona sobre el proyectado plan de los Estados Unidos de modificar el estatuto de la OEA. Si los altos mandos de las Fuerzas Armadas latinoamericanas lo apoyan, tendremos que afrontar duras pruebas, ya que estas modificaciones tienden a la formación de bloques militares en América latina. Traerían como consecuencia la desunión y permitirían a los yanquis instaurar en el hemisferio su anhelado teatro de títeres políticos. Si llegara a suceder, ni imaginarlo quiero. América latina se atrasaría un siglo en el camino de su desarrollo económico y su progreso social. Esta perspectiva debe impulsarnos a poner al descubrimiento los pérfidos planes de los Estados Unidos, sus intenciones inconfesables de "pentagonizarnos", de convertir nuestros territorios en polígonos destinados a probar armas, en plazas de armas que servirían a sus fines estratégicos.

Es indudable que el verdadero contenido de la política norteamericana en América Latina debe ser analizado a la luz de los fines globales de su gigantesca maquinaria bélica. En realidad todos los planes de ayuda a nuestros países, la política de exportaciones, el sistema de financiación del desarrollo industrial están sometidos a los intereses de los planes estratégicos del Pentágono. Esto explica el gran interés del Pentágono en el perfeccionamiento de nuestro sistema de comunicaciones, en la adquisición de materias primas estratégicas, en el desarrollo acelerado de ciertas industrias, etc.

Reconozcamos que una de las causas principales de los duros reveses sufridos por las fuerzas democráticas de América latina reside en no apreciar debidamente el rol de los Estados Unidos, responsables de la mayoría de los golpes de Estado. Sus manos están manchadas con la sangre de miles y miles de latinoamericanos caídos en la lucha por la libertad y la independencia. No hay un sólo país latinoamericano que no haya sufrido la intromisión descarada de los monopolios norteamericanos, verdaderos ejecutores de la política exterior de su país.

Se equivocan los que afirman que respecto a Estados Unidos estamos viviendo un período de calma. Y qué calma es ésta cuando están realizando toda clase de actividades secretas, soborno de políticos y funcionarios gubernamentales, asesinatos políticos, actos de sabotaje, fomento del mercado negro y penetración en todas las esferas de la vida política, económica y social. Sobre nuestros países vuelan los aviones militares norteamericanos, mientras nuestro suelo permanece en poder de sus monopolios, con bases militares. Y a esto se añaden centenas de establecimientos menores, como estaciones meteorológicas, o sismológicas, capaces de convertirse en centros de terrorismo y agresión.

No estamos suficientemente bien informados de las actividades del imperialismo en el derrocamiento de los regímenes democráticos de Brasil, Chile, Bolivia, Uruguay y otros países. Pero poseo informes detallados de la actual arremetida del imperialismo americano en la Argentina. Los yanquis se preparan para un "nuevo diálogo después de Perón". Claramente les decimos que les espera el fracaso. La Nación entera se pondrá de pie. Todos los argentinos se levantarán en defensa de la soberanía nacional. Todos los pueblos hermanos de América nos apoyarán.

Un gran abrazo. Juan Perón.

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